Un signo de que el concepto de la buena vida se va extendiendo a mi alrededor y de que me voy acercando a mi objetivo, es cuando, al contestar al telefono oyes: “Vámonos este fin de semana a Galicia a casa de unos amigos míos” (¡Gracias mil Baby y Augusto!).
Dicho y hecho. Ese jueves cogimos la carretera de la Coruña, tomamos el desvío hacia Orense, lo cruzamos, nos perdimos, y llegamos -de alguna manera- a Pesqueiras: una (casi) aldea en el interior de la montaña y con una amplia vista al Miño.
El paisaje es muy verde e increíblemente silencioso, y un buen lugar para tomar como punto de partida y conocer la zona.
Aunque el mar queda lejos, para darse un baño se puede optar por la playa fluvial Da Cova, un pequeño paraíso al que se accede desde la carretera LU 533, a la altura de Escairón, por unos 5 km de un camino tan tortuoso como bonito, que desciende la ladera de la montaña hasta la orilla del Miño.
La playa es pequeña, pero tiene pocos visitantes. Como no hay mucha corriente, se puede nadar o alquilar una de esas barcas de pedales para ir un poco mas lejos y fomentar tu espíritu explorador. Si no es tu estilo, hay un chiringuito con mesas de madera, que es del estilo de cualquiera.
PD: Gracias infinitas a los amigos que con sus invitaciones hacen que el titulo de este blog tenga sentido (¡un beso Ana!). ¡Cuantas más invitaciones, más dedicatorias!.